Valores de ayer, de hoy y de siempre
Los géneros literarios dependen, como casi todo en los tiempos que corren, de las veleidades de las modas y los mercados, que lo mismo dan que quitan razones. No es extraño, por ello, que autores y obras que han gozado de merecida fama se vean de pronto, sin razones que lo justifiquen, arrinconados o durmiendo el sueño de los justos. Pero esta triste realidad no parece regir para la novela histórica, género que año tras año añade nuevos lectores a una nómina ya de por sí muy considerable.
De esta perpetua “buena salud” literaria podría hablar con propiedad, dada su profesión de médico pediatra e inmunólogo, el escritor venezolano-costarricense Rafael Camero, que publica ahora Un caballero en desgracia (editorial Universo de Letras), novela ambientada en la Castilla de finales del siglo XIV. Fascinado desde siempre por la historia y los libros, Camero, que reside desde hace más de una década en Costa Rica, se plantea recuperar unos valores -los de la caballerosidad- que algunos pueden considerar extemporáneos en un mundo como el actual, marcado por la prisa, el stress y el consumismo, pero que sin duda mantienen todo su sentido. Será el lector, en última instancia, quien decida qué merece la pena y qué no.
Tradicionalmente, se ha definido la novela de ambientación histórica como aquella que presenta personajes y eventos ficticios ubicados en un pasado con frecuencia remoto. Y Un caballero en desgracia responde plenamente a ese canon “inventado” en el siglo XIX, en pleno Romanticismo, por el escocés Walter Scott y que desde entonces no ha dejado de renovarse. Superventas como El nombre de la rosa, de Umberto Eco, u otros en lengua española como Bomarzo, de Manuel Mujica Láinez, o la serie de El capitán Alatriste, de Arturo Pérez Reverte, son una muestra de esta vitalidad.
Rafael Camero sitúa la acción de su libro en un tiempo convulso, el de la Baja Edad Media, azotado por la peste y las guerras. Como no podía ser menos en esta época, la diosa Fortuna juega un papel fundamental, hasta el punto de hacer que la vida del protagonista, Rodrigo del Campo, dé un giro radical tras un encuentro fortuito con un noble: dejará atrás la miseria que ha marcado su infancia y se convertirá con esfuerzo en un caballero. Pero el azar vuelve a agitar los dados y Del Campo, víctima de las intrigas palaciegas, tendrá que empezar de nuevo desde cero para recuperar el crédito perdido. En los años que mediarán hasta volver con los suyos descubrirá la importancia de valores como el perdón, la justicia, la honestidad o la igualdad.
Un caballero en desgracia es una obra que entretiene, y no solo por su magnífica ambientación, que hará las delicias de los lectores que disfruten con la historia, sino sobre todo por su ritmo trepidante. Pero además invita a reflexionar sobre lo realmente importante, resumido en un aparentemente simple decálogo de normas de vida que lo mismo valen para Rodrigo del Campo y los suyos que para los ciudadanos del siglo XXI. En este sentido, Camero ha conseguido conjugar a la perfección el vitalismo del carpe diem, tan del gusto de la Edad Media, con el didactismo de quien cree que en el pasado se encuentran muchas de las respuestas a las incógnitas del presente.
A priori, Un caballero en desgracia tiene todo lo necesario para gozar del favor del público: un argumento poderoso, una ambientación rigurosa pero que no cae en el ensimismamiento, una estructura moderna y, por supuesto, amor y… humor. Si además de entretener a sus lectores Rafael Camero consigue moverlos a reflexionar, como parece que pretende, sobre una serie de valores universales que deberían figurar en el frontispicio de cualquier sociedad desarrollada, habrá logrado la cuadratura del círculo.